Verónica Echegui y el miedo que todos compartimos
Hoy el cine español está de luto. La actriz Verónica Echegui, con solo 42 años, ha fallecido dejando tras de sí una carrera brillante y una huella imborrable en el cine y en el corazón del público. La conmoción es evidente, pero más allá de la tristeza colectiva, queda un eco de algo que ella misma compartió hace poco y que hoy resuena con fuerza: “Más que miedo a la muerte, tengo miedo a la enfermedad y al sufrimiento.”
Esa frase no es solo una confesión íntima; es el reflejo de una verdad universal. A menudo hablamos de la muerte como concepto, pero lo que realmente nos aterra es el proceso, la fragilidad del cuerpo, la pérdida de autonomía, el dolor que no podemos controlar. La enfermedad nos recuerda lo vulnerables que somos, y en esa vulnerabilidad surge un miedo tan humano como inevitable. Verónica, con la honestidad que la caracterizaba, lo dijo en voz alta y nos regaló un espejo en el que todos podemos vernos.
La psicología nos enseña que muchas veces lo que más sufrimiento genera no es el final en sí, sino la anticipación, la incertidumbre y la sensación de que no tenemos control. Vivimos intentando evitar pensar en ello, llenando la vida de actividades y distracciones, pero cuando alguien con la visibilidad de Verónica pone palabras a ese miedo, nos abre un espacio de conversación necesario. Porque si lo callamos, nos aislamos en un dolor que en realidad es compartido.
Su fallecimiento nos invita a hablar de lo que incomoda, a humanizar la fragilidad, a aceptar que todos tenemos miedo a la enfermedad y al sufrimiento, aunque pocas veces lo confesemos. Y quizá la mayor lección que nos deja es precisamente esa: reconocer el miedo no nos hace débiles, nos hace más reales. Nos recuerda que detrás de los personajes, de los focos y de las pantallas, hay seres humanos que sienten exactamente lo mismo que nosotros.
Este no es solo un homenaje a una actriz brillante, sino también una invitación a detenernos un momento y pensar en nuestra propia vida. ¿Qué espacio le damos a nuestras emociones? ¿Cuánto nos permitimos compartir lo que nos duele? Hablar de estos temas no nos acerca a la muerte; nos acerca a la vida, porque nos enseña a cuidarnos, a apoyarnos y a acompañarnos de verdad.
Si hoy sientes un nudo en el pecho al leer sobre Verónica Echegui, no lo ignores. Ese nudo es la señal de que necesitas cuidar tu mundo emocional. En terapia trabajamos precisamente eso: dar nombre a lo que duele, aprender a convivir con el miedo y encontrar formas más sanas de sostenernos en la vulnerabilidad. Y, como ella misma nos recordó con sus palabras, hablarlo siempre es mejor que callarlo.